FRAGMENTOS ESCOGIDOS
(...) Mi devoción por el país es tal que, cuando estoy obligado a partir en viaje de negocios –odio hacerlo, pero no puedo encargarle una tarea medular a ninguno de los inútiles que me asisten–, suelo dejar el aeropuerto envuelto en lágrimas; y eso me ocurre, incluso, cuando voy unas horas al Uruguay. Hace poco, tenía un almuerzo en Colonia con unos dueños de fondos buitre que aman enormemente a la Argentina (tanto la aman que quieren llevársela, ya sea entera o de a fragmentos). Mi avión partía a las 11.30 e iba a estar de vuelta en el país a las 14.50 –es decir, poco más de tres horas después–; aun así, en el momento de subir a la nave yo no podía dejar de llorar, inconsolablemente: no podía evitar que por mi mente desfilaran las imágenes de mi Patria, desde sus calles hasta sus grandes hombres de armas, desde su Bandera hasta su Escarapela. (…)
(...) La educación formal, piedra angular de toda Nación, experimenta, desde 1983 a esta parte, una extrema lasitud, una suerte de afrancesamiento que la ha llevado a una situación sin retorno. Me pone violento pensar que una de nuestras herramientas pedagógicas más eficaces, como el artero golpe en la mano con una regla, haya sido borrada del mapa, con las únicas excepciones de ciertas zonas del noroeste argentino y de los cursos de periodismo que imparte mi diario. El hecho de que el profesor u otra autoridad no tenga la potestad de golpear a los alumnos, de molerlos a patadas y a bastonazos, e incluso de picanearlos, ha hecho que, justamente, se diluyese el concepto de autoridad. Como decíamos en mi época, ahora todo es un Viva la Pepa.(…)
(…) Quiero señalar que también permito que aflore mi costado espiritual en el campo. A pesar de que lo dejé hace decenas de años, por recomendación de mis cuerpos de médicos vuelvo muy cada tanto a buscar su calma, como un modo de escapar al pesado clima de violencia y muerte de la ciudad. En la vasta llanura pampeana me dedico a cazar, a practicar tiro, a carnear animales, a trozarlos a pura hacha, a matar pollos, desplumarlos y despellejarlos para cocinarlos y tantas otras actividades que me permiten matar el tiempo y relajarme. Luego de esas jornadas, vuelvo a mi búnker totalmente renovado. (…)
(…) Gracias a ciertas líneas de pensamiento disolvente, sumadas a la nefasta influencia de las drogas y de un laicismo militante que expulsa a Dios de nuestras vidas, el núcleo familiar se ha ido disgregando hasta sufrir una completa atomización. Actualmente, los domingos al mediodía, en vez de que el grupo se reúna para consumir los tallarines amasados por la nona, cada miembro desarrolla, por su lado, alguna actividad inquietante: el hijo seguramente está en la cárcel, arrestado por cortarle el cuello con un vidrio a un patovica en alguna discoteca; la hija está tirada en una cuneta, reponiéndose de un aborto mal hecho; la madre ha simulado ir de compras a lo de Don Manolo pero en realidad está en un zaguán furtivo dándole su virtud a un linyera; el padre, entretanto, se ha ido al hipódromo a jugarse en una trifecta los ahorros de toda una vida (...)
“La Argentina se dirige, ineluctablemente, hacia su definitiva disolución, a menos que quienes obtengan el poder político lean este libro y apliquen a rajatabla sus recetas.”
Su Majestad El CEO
“Ideas simples y terriblemente eficaces para salvar a la Argentina , que pueden ser aplicadas por cualquier idiota.”
Su Majestad El CEO
“Con una escritura impecable y un sorprendente rigor conceptual, esta obra es un sabroso recetario de ideas y acciones para que el país ingrese, aunque sea un poquito, en el Primer Mundo.”
Su Majestad El CEO